Incendios forestales: prevenir sus devastadoras consecuencias también depende del medio rural

Como cada verano, los incendios forestales han hecho acto de presencia, y esta vez, de forma mucho más virulenta. Según datos del programa Copernicus de la Unión Europea, 2022 no es el año con más incendios, pero sí el de incendios más grandes (superiores a 500 hectáreas) y el de mayor superficie calcinada. Ante este escenario, apagar es llegar tarde: es necesario adoptar las medidas más eficaces para prevenir y reducir las consecuencias devastadoras de los incendios de las zonas rurales.

Los incendios forestales son la primera causa de degradación de medio natural, causando importantes pérdidas, no solo económicas. A la pérdida de masa vegetal (que no olvidemos resulta tan necesaria para transformar el CO2 en O2 a través de la fotosíntesis), hay que añadir, la pérdida de biodiversidad (por las especies vegetales y animales que desaparecen), y la pérdida de fertilidad de los terrenos quemados. Una fertilidad que no se recupera hasta después de varios años. Sobre un terreno yermo, la erosión que producen el viento y la lluvia causa estragos en la tierra fértil necesaria para el desarrollo de plantas y microorganismos, pudiendo también contaminar con ceniza los ríos y arroyos cercanos. La pérdida económica del terreno calcinado es directa e indirecta, porque no puede haber economía turística, agrícola o ganadera en una zona quemada.

¿Qué podemos hacer para evitar los incendios forestales?

Para prevenir los incendios forestales se requiere una visión sistémica del problema, de los actores y de las diferentes situaciones en las que un incendio se genera y se extingue.

Un incendio se produce principalmente por:

  • Condiciones ambientales que lo favorecen, como la sequía extrema y las altas temperaturas.
  • Usos del suelo que lo favorecen: por ejemplo agrícolas, forestales, ganaderos y turísticos.
  • Y una vez iniciado,  el incendio se propaga cuando encuentra vegetación seca, que es fácilmente inflamable y se convierte en combustible.

El 96% de los incendios se producen por la acción del hombre y tan solo el 4% son de origen natural (porcentaje que llega al 10% en el litoral mediterráneo). De entre las causas humanas, un 23% de los incendios son motivados por negligencias y accidentes; y un 15% tienen su origen en actividades agrícolas como la quema de restos vegetales, rastrojos, márgenes, ribazos, etc.

Los habitantes del medio rural -agricultores, ganaderos y silvicultores principalmente-, son los que mejor conocen el terreno, quienes lo trabajan durante todo el año y los que disponen de maquinaria adecuada para evitar la propagación de incendios. Cuando el incendio se produce, no solo son los primeros en llegar, siendo su actuación vital para evitar males mayores; sino que son los que durante todo el año pueden realizar actividades para mitigar el riesgo y el alcance del fuego. Por ello, su formación en técnicas y prácticas que eviten la generación y propagación de incendios resulta fundamental.

Son muchas y variadas las “buenas prácticas” que contribuyen a reducir y minimizar el daño ocasionado por los incendios y que, por lo tanto, deberían incentivarse y/o sufragarse por parte de las administraciones públicas:

  • Favorecer la capacidad de retención de agua de las zonas susceptibles de ser incendiadas: se evitará el riesgo de incendio y se reducirá la velocidad de propagación.
  • Cultivo de especies de baja inflamabilidad o de elevado contenido hídrico, que retrasen el avance del fuego
  • Realizar labores periódicas de mantenimiento forestal para que los incendios no encuentren combustible natural y no puedan propagarse con tanta velocidad y virulencia.
  • Evitar las quemas de rastrojos o restos de la poda o la tala forestal y, en su lugar, potenciar que estos restos vegetales sean triturados para incorporarse al terreno.
  • Limitar el uso de maquinaria en los límites de zonas arboladas y dotarlas de dispositivos para evitar la producción de chispas.
  • Conservar los caminos forestales, en cuanto al ancho y estado del firme, para facilitar la actuación de los medios de extinción.
  • Disponer de una red, ya sea natural o no, de depósitos de agua.
  • Desarrollo de una agricultura marginal que rompa la continuidad de la masa vegetal seca (por ejemplo con especies como el algarrobo, las plantas aromáticas, etc.)
  • Dar utilidad a los campos abandonados como consecuencia de la baja productividad y rentabilidad de los cultivos.
  • Favorecer la ganadería extensiva de cabras, ovejas y vacas como método de limpieza y abonado. Sobre todo, en terrenos abandonados y grandes zonas forestales.
  • Garantizar el relevo generacional mediante políticas activas que favorezca la actividad humana económicamente sostenible en el medio rural.

Por sus devastadores consecuencias, todos salimos perjudicados con la proliferación de los incendios forestales, y ello justifica la asignación de recursos económicos y humanos para evitarlos. 

 

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