Esta es la segunda cápsula dedicada a la gestión de las 3Rs: Rentabilidad, Riesgo y Recursos. Se trata de centrar la gestión del negocio en estos 3 indicadores clave que simplifican la definición de la estrategia, facilitan la toma de decisiones y enfocan el esfuerzo en la mejora de los procesos.
Hoy vamos a hablar del Riesgo.
Es fácil tener una percepción aproximada de los riesgos que corre nuestro negocio como perder un cliente, quedarse sin existencias y no poder atender los pedidos o que el sector experimente una caída de precios. Lo que resulta más complicado es cuantificar estos riesgos y protegerse de ellos.
En primer lugar, vamos a acotar qué es un riesgo. Podemos decir que riesgo es toda situación imprevista que puede comportar una pérdida. Y desde esta óptica, podemos clasificar los riesgos en función de su efecto sobre el negocio:
- Moderado: son aquellos riesgos que pueden corregirse con la gestión normal del negocio. Sería el caso, por ejemplo, de una avería fortuita de la maquinaria o una reclamación de un cliente que exige el reembolso de parte de lo comprado.
- Grave: es aquel riesgo que exige un aumento de la financiación que es asumible por la empresa. Estaríamos hablando, por ejemplo, de la pérdida de una cosecha, del envejecimiento prematuro de una plantación o del impago de un cliente importante por quiebra.
- Extremo: es aquel riesgo que puede provocar la quiebra o el cierre de nuestro negocio. Por ejemplo una acumulación de los incidentes anteriores o la no renovación de las líneas de crédito por parte del banco.
La recomendación para hacer frente a estos riesgos es identificar aquellos que son de nivel extremo, darles un valor máximo y establecer las acciones que sería necesario implementar para reducirlos o proteger el negocio en caso de que se produzcan.
Estas son algunas recomendaciones o buenas prácticas financieras que te ayudarán a reducir el riesgo de tu empresa:
- Financiación ajustada a la vida del elemento: en la medida de lo posible, que el plazo de financiación sea el mismo que la vida del elemento financiado. Aunque no siempre podrás conseguirlo (un banco no financiará una máquina a 20 años), hay que intentar que el plazo del préstamo sea el mayor posible.
- Subvenciones: infórmate regularmente y solicita todo tipo de subvención que conceda la administración.
- Alquilar en lugar de comprar: especialmente la maquinaria que va a ser utilizada de forma ocasional (por ejemplo un tractor o una carretilla elevadora que solo utilizas unas pocas semanas al año).
- Compras ajustadas en cantidad y tiempo: planifica el aprovisionamiento de los principales recursos ajustándolo a los plazos más cortos posibles. Por ejemplo, si un producto tiene un plazo de entrega de quince días, no compres la cantidad que utilizas durante un mes. Será más práctico hacer la reserva y pactar las fechas de entrega. Evita las compras en “campaña muerta”, a no ser que el precio esté muy por debajo del coste financiero. El acopio excesivo, además del coste de financiación, supone un riesgo adicional de deterioro y extravío.
- Gestiona tus compras con más de un proveedor. Tras conseguir el mejor precio, pregunta por las condiciones de pronto pago.
- Impago de clientes: para hacer frente al riesgo de un impago, ajusta la deuda de tus clientes a su capacidad de pago. Y estudia constantemente a aquellos que suponen la mayor parte de tus ingresos.
- Falta de liquidez: es una situación que genera desconfianza en tus proveedores y puede provocar que aumenten sus precios. Para evitar esta situación, planifica de forma detallada tus ingresos y tus gastos más importantes para identificar el momento en el que puedes necesitar una financiación puntual.
- Riesgo personal: debes evitar mezclar el dinero o el patrimonio de la empresa con el de la familia. Aunque es una situación deseada por el banco, separa ambas cosas y no avales préstamos a tu empresa con tu patrimonio personal.
La mejor manera de asegurar el futuro de tu negocio es gestionar los riesgos de forma adecuada.