Sin objetivos medibles no se puede alcanzar el éxito.

Determinar de forma medible lo que queremos conseguir es imprescindible para diseñar el plan estratégico, es decir, el camino a seguir para alcanzar nuestra meta partiendo de la situación actual. Se trata de construir la hoja de ruta en la que concretaremos los pasos a dar para conseguir nuestros objetivos. Solo así conseguiremos que nuestra meta no se quede en un sueño, definiendo un plan de acciones secuenciales en el tiempo.

De hecho, si no sabemos dónde queremos llegar no podemos saber qué hay que conseguir para ello, ni qué es más importante. Lo que podría ser bueno en unos casos (como por ejemplo conseguir más clientes, o mejorar la financiación) puede no ser necesario en situaciones como la venta del negocio.

Tener claros lo que podríamos llamar “objetivos intermedios” permite centrar nuestros esfuerzos y priorizar tanto acciones como recursos. Hacerlo así también facilita detectar posibles desviaciones o potenciales problemas que son consecuencia de no alcanzar los objetivos previstos.

Para que un objetivo sea útil en términos de planificación estratégica debe ser SMART. Es decir, debe referirse a una cosa concreta (eSpecífico), que su progresión o grado de consecución se pueda medir o evaluar (Medible), que todos los implicados en conseguirlo sientan que lo pueden conseguir (Alcanzable), y crean que contribuirá a la marcha de la empresa (Realista) y debe tener un plazo de consecución determinado (definido en el Tiempo).

Los objetivos se miden a través de indicadores o KPIs y posiblemente será necesario más de un indicador para cada objetivo. Por ejemplo, no basta con conseguir más ventas si estas no tienen garantía de cobro, por lo que además del indicador del volumen de ventas, tendremos que analizar el del número de nuevos clientes y el de su grado de solvencia.

Todos los objetivos estratégicos están relacionados entre sí y deben definirse de forma medible, desde los más generales hasta los más específicos. El conjunto de objetivos debe ser expresado de forma ordenada, a modo de explicación de lo que se desea hacer con la empresa.

Los objetivos se agrupan de la siguiente manera:
- Estratégicos: Referidos a la marcha general de la empresa, pudiendo implicar diferentes áreas funcionales
- De Inversión: Referidos a inmovilizados que es necesario adquirir y poner en marcha (como sería una línea de producción o un solar) y que tendrán una repercusión en la financiación a largo plazo de la empresa
- Operativos: Referidos a qué queremos conseguir en el día a día, que afectarán a nuestra forma de trabajar.

La información se obtiene de las distintas bases de datos en las que se recoge la información de la empresa para ser resumida y analizada de forma periódica. Será importante establecer previamente las frecuencias con las que se realizarán estos análisis.

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