Practica la felicidad

A menudo buscamos la felicidad a través de la seguridad, dedicando  la vida a poseer. Y nos damos cuenta que tener no satisface ni llena. Porque la felicidad no se consigue ni se adquiere: poseer no genera más que una satisfacción momentánea y muy relacionada con la novedad.

La felicidad es una consecuencia del efecto que causa en nosotros el conjunto de acciones que realizamos, ya sean positivas o negativas. Es por tanto un estado, una sensación, o un equilibrio que hay que ir manteniendo día a día, sin que lo realizado genere más derechos futuros que la felicidad recordada. (Ya escribimos al respecto en el artículo Bases para organizar tu vida y ser más feliz.)

Una de las claves para alcanzar ese equilibrio diario es aprender a desconectarnos de nuestras expectativas y conectar con nuestra realidad presente. Para conseguirlo, es recomendable practicar los siguientes pasos:

Observar los propios pensamientos: Reconoce que son un producto de tu mente, no los sigas. Obsérvalos como si se tratara de una máquina que muestra diferentes aplicaciones en la pantalla. Deja que lleguen y que se vayan, limitándote a identificar de qué tipo son, sobre el trabajo, la familia, algún problema que has tenido, etc.

Acepta lo que aparece: Las personas tenemos una tendencia a juzgar todo lo que aparece y deformarlo: rechazamos lo que es desagradable y nos apegamos a lo que nos gusta. Lo hacemos de una forma inconsciente. El ejercicio es aceptar los pensamientos como se presentan. Como el que está en medio de un rio y observa el agua que pasa, sin querer cambiarla o anularla, es agua y nada más. Es una actitud que no siempre es fácil de conseguir, pero la práctica ayuda. Ante un fenómeno o un hecho concreto, observa tu respiración, su ritmo es un indicador claro de tu grado de aceptación; luego observa tus pensamientos y déjalos ir, piensa que no son más que agua del rio.

Integra tu lado oscuro: La capacidad de obrar bien o mal es un don que no siempre sabemos utilizar. Por eso es importante reconocer aquello que no nos gusta de nosotros mismos, lo que nos avergüenza, o lo que hemos hecho mal. Todo eso, también forma parte de nosotros y gracias a esa parte, somos como somos y hemos adquirido la experiencia del error, del fracaso, del arrepentimiento y hemos llegado a donde estamos. Lo importante no es lo que ha sucedido, ni su recuerdo, si no el aprendizaje de haberlo hecho. El verdadero aprendizaje incorpora la capacidad de perdonar para entender y para respetar. Si no somos capaces de entendernos y perdonarnos a nosotros mismos, no podremos entender ni aceptar a otras personas. Aceptar los hechos por lo que son y no por su resultado nos acerca a la imparcialidad, a la ecuanimidad y a la compasión.

Disfruta: Esta es la clave del proceso, el indicador más sensible. Si disfrutas con lo que haces y eres, aparece la tranquilidad, la confianza, la paciencia, la empatía. Si no disfrutas con lo que haces, tienes dos opciones:
1) Encontrar en tus valores y creencias otras razones para hacerlo, o
2) Dejar de hacerlo ya que ese no es tu camino.
Así de fácil. Es tu cuerpo el que te pide que vayas por otro camino, te lo dice con el estrés, la insatisfacción, la culpabilidad, el rencor. Escúchate y si no disfrutas no esperes más, ¡cambia! No malgastes tu tiempo, es tu recurso más escaso.

Hazlo por nosotros: Ver reflejado en los demás el resultado de nuestras acciones en una de las mayores satisfacciones que podemos recibir. Somos animales gregarios que necesitamos a los demás para desarrollarnos y alcanzar nuestro mejor potencial. Sentirnos parte de ese “los demás” es pensar como “nosotros”, donde el “ellos” pierde su sentido. Si mejoro, mejora el equipo y si cada uno del equipo mejora, yo también mejoro. Entenderlo así nos lleva a que nuestras acciones se basen en la generosidad, el altruismo y la cooperación.

Se requiere de una gran determinación y coraje para vencer los momentos difíciles y la tentación de los premios inmediatos (las llamadas jaulas de oro). Decidir ser feliz por encima de todo, anteponer la felicidad a otros premios, no es fácil, es un reto y un compromiso con nuestro proyecto de vida y con “nosotros” como sociedad.

Con el objetivo de ayudarte a encontrar el camino a tu felicidad, hoy te propongo el siguiente ejercicio, que puedes practicar dedicándote tan solo 10 minutos al día (si puede ser más, mucho mejor).

  1. Busca un lugar en el que puedas estar tranquilo (por ejemplo una plaza, una cafetería, una terraza…).
  2. Siéntate o camina solo y desconéctate de todo y de todos. Apaga tu móvil y no hables con nadie. Limitate a no hacer nada.
  3. Observa tus pensamientos, sin seguirlos, sin intervenir. Sólo contémplalos.
  4. Acepta todo lo que aparezca tal y como es, no quieras cambiarlo.
  5. Integra lo negativo como parte de tí: recuerda que te ha ayudado a llegar a donde estás ahora.
  6. Disfruta lo que haces y su recuerdo.
  7. Ofrece a los demás la razón de tu esfuerzo.

¡Esto es hacerse presente y te ayudará a encontrar el equilibrio personal y la felicidad!

 

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